justificante

No viniste aquí para cualquier cosa.

Así pues, justifícate. Demasiadas veces te olvidas de hacerlo, te dejas vivir, pequeño golfo desenchufado. ¿A qué esperas? No hay obstáculos para ser quien eres.

¿O pretendes hacerme creer que no tienes con quien entusiasmarte, tú, avispado, gitano zalamero, especia del mercadillo? Deja de elegir, que ese no es tu papel. Tú no eliges. Tampoco esperas. Tú eres fervor, como espuma en botella, y alguien te elige a ti; alguien elige tu entusiasmo. Tu fervor incendia, ¿sabes?

Lo sabes.

Tu fervor incendia.

Sal, y encuentra a quien desee este fuego. No seas perezoso, que el tiempo te es contrario. Incendia. Perezoso, cuando te guardas. Ay, no te guardes, que nadie va a apreciar tu prudencia. No viniste aquí para ser prudente. Los demás se fabrican la vida, pero son bienvenidos. Tú tienes pendiente la justificación. Aguanta.

¡Tanto tiempo perdido, bailarín!

¿Cómo quieres que se vista el mundo, si no eres? Date. Aguanta.

Vamos a quemarlo todo con ese entusiasmo de borracho. Date sin medida, a la guapa que te aguante, para quemarlo todo.

Inútil, calamidad. ¡A la calle!

Hoy puedes visitar las tiendas y sacar con gusto los dineros bonitos del saquito donde los llevas y gastarlos así, a lo largo, en un abanico, como el agua con que riega el jardinero, y comprar delicias para dos juntos. Puedes. Tienes el dinero, el que cogía herrumbre. Tienes las tiendas. ¡Cuántos trabajos, algunos prodigiosos, librados para este disfrute! Para ti, ahora, cuando las delicias llegan a tus manos. A vuestras manos. Serás puente de delicias entre los que crean y la boca a la que ames. Intermediario, ¡genio, ladrón! Pero paga, porque puedes. Los pillos como tú siempre tienen un dinero suelto con que pagar las delicias del amor.

Hay lugares en el mundo, amparo de canallas. Hay tantos lugares así. Toma a tu adorada por la cintura, como si en verdad fueras a hacerle daño, y llévatela ya a algún hueco escondido, un templo, un santuario, un refugio, un escondite; una esquina en la piel de la tierra donde hacerte salvaje, libre de la piel enferma del prudente, y mostrarte entero, y secuestrarla, y liar a su cuerpo sorprendido una maroma del exceso que encuentras con sólo levantarte, al abrir los ojos, al atizar con una chispa de fervor el primer pensamiento del día. ¿Por qué no? ¿Por qué no ella? Hoy sí, hoy te volcarás con tu víctima de gracia; le adornarás la vida, le mostrarás tu entusiasmo gratuito al amar.

No porque ella se lo merezca. Ella se merece mucho más. Y lo tendrá, no procures, en cuanto tú pases.

Tú eres de los que pasa. Tormenta. Fenómeno. Enfermedad.

Ahora, enséñale el lugar. No te demores.

¿Ya lo encontraste?

Hoy, por ejemplo, el lugar será al sur. Sólo por ser hoy. Más al sur. Un valle desértico, un jardín bien regado, casas de barro y colores alegres, cántaros, techos altos. Todo recio, encostrado, bien atado a la tierra elegida pero con grandes vistas del cielo. Que tu adorada, al otro lado de la huida veloz, se vuelva y te mire con boca de asombro. Colúmpiate en su boca, cómete su asombro, y que empiece lo que tú eres. ¡Venga! Has venido a eso, los dos ahora: los dos habéis viajado para esto.

¿Te sorprende aún? ¿Te sorprende que estés siempre a darte en medio de los viajes?

Tenéis horas de luz por delante, y tantas de noche encendida. El sol que quema, y dos noches de plata y ceniza, bien alumbradas.

¡Este es tu paisaje! ¡Uno de muchos!

Ay, qué trasto. Que desastre. Siempre de viaje.

Cuida de tu secuestrada, bésala mucho. Que se sienta a veces en casa, aunque sea hecha apenas de luces. Que se sienta adorada hasta el insulto, porque eso eres tú, ¡no disimules! Eres el que ama fiero. Eres el disparate. No ofreces más que fuego, y el fuego pasa, y siempre, siempre, te vas cuando llega el humo, odioso.

Pero al final, en el recuerdo, en la trasera secreta del paladar, sólo el fuego permanece. Sólo el fuego. Cabrón.

Y Dios hizo el mundo así. El humo es más frío que el fuego. La ceniza, comparada con el humo, parece hielo. Tú eres amigo de fuegos y ceniza. Tú detestas el humo, donde todo es negociable. Tú te cubres de ceniza, como un muerto antiguo, y al poco reapareces fuego, brillante pero sucio a trozos, acaso maloliente, brasa aviesa, cansado de tierra. Más llamas, y arrasas el campo que corres. Cuándo te enfriarás. No lo pienses. Puto, travieso, cariño. Trasto. Payaso.

Te hicieron así. Te hiciste así, en cuanto te diste cuenta. Tenias que hacerte de alguna manera, y elegiste justo la forma en que fuiste hecho. Otros no tienen más que buscarse hueco, y quedarse quietos. A ti te toca bailar.

Baila, pirata; baila para tu guapa. Al ocaso, antes de cenar, con la casa que alquilaste bien quemadita de ocres; las plantas de los pies, al bailar, naranjas. Naranja la cara de tu preciosa. ¡Le encantas! ¿Puedes creerlo? Pareces un viejo travieso cuando te pones a bailar, como si corrieses a poquitos, con miedo de romper el suelo que apenas te aguanta; pero tus brazos a la carrera, al bailar, son los de un niño que imita el correr del viejo, ridículo y apresurado. ¡Y le encantas! Y te queda la cena, y la noche entera, te queda, y estáis perdidos en este pulgar del mundo, plegado, que nada señala; enhorabuena, iluminado, qué lugar encontraste para ser, cómo se dobla sobre vuestras mejilla cuando os besáis; el pulgar que acaricia la mejilla de un bebé. Ay, mal ejemplo, vuestro amor niño. Llega la luna, bailáis los dos. Le enseñas a bailar ridículo. Tu bailas así por la vida, ¡y a ella le encanta! ¿Quién puede entenderlo?

Tararí, tarará. Gitanillo danzarín, vestido de suave, camisas blancas y calzas de albañil, con tu trote de rucio callejero, hacia ella, bajo las vigas torturadas de una sabina; hacia ella. Ay. Mal nacido. Le estás clavando recuerdos en el tablón del alma. Músicas que ya no serán las mismas. Que quedarán prohibidas. Venga, róbale la esperanza, víbora de mercadillo. Que sepa a qué sabe el veneno del presente imposible. ¿Desconfiaba de ti? ¡Pues cúbrela, sinvergüenza, como una marejada llena de algas! ¡Lávala por dentro, y que no quede rastro alguno del ruido de su cabeza al pensar!

Prepárate. Tú, el de los codos sangrantes. Ese será tu título a partir de hoy. De tanto empujar sobre las sábanas. Barón de los codos sangrantes. La noche viene imantada, y este es el reino de lo junto, de lo pegado, y tú el bufón de ese rey. ¡Nada de distancias! Piensa, lazarillo de ansiosos: ¿cuánto se pueden aproximar dos personas que se aman?

Sobre un sofá en el porche, del ocaso al orto. Sobre la hamaca, a media digestión, columpiándoos en el vino. Sobre la cama de sábanas de abuela, con el desierto verde entre las piernas y bajo los brazos; asfixiados con el lío de las mosquitera, torpe, gañán; ahora secos, ahora empapados otra vez; y los codos, tan rojitos, recién quemados. ¿Ese es todo tu repertorio, malabarista? ¿Para eso te dieron el cuerpo? Picador, dinamitero, llénate la boca de grisú, y abajo, más abajo: a la mina. Que salga todo.

Y si eres tú, si eres de verdad, escúchame: el cielo, lo sé de buena tinta, os dará hoy mismo la última luna antes de la creación del mundo. De regalo de bodas, a cambio de noche y día de amor en vela. ¿Aceptas?

Demuestra que ya amabas, rijoso mío, antes de ser creado.

Chicharras y grillos, en turnos alterados. Una alberca verde. Ella, ay, ella: que flote en tu abrazo en la alberca, perdida de sí. Ahora déjala descansar, y hazte amo de la cocina; tú, explorador espléndido, con tu caravana de cosas. El conquistador del tomate seco; trigo, mejillones, alcaparras. Chicharras. Más chicharras, vociferando por las colinas, excitadas. El porche, otra vez. La tarde larga.

Porque no tienes perdón de Dios, ¿sabes? Parece que no quisieras dejar nada vivo a tu paso.

¿Tantas ganas tienes de volver a la luna? ¿O es que acaso viniste a beberte el mundo?

Vino blanco.

Cuando te eche de su lado, por inaguantable, ella ya estará lista para conocer el tinto.

Mi fiebre. Qué personaje eres. No me extraña que te entren ganas de morir, a veces.

¿Tan enamorado estás?

Contigo no se puede.

1 pensamiento sobre “justificante”

  1. Baila, baila, no dejes nunca de bailar, bonito gitanillo danzarín. Hoy la luna muestra su mejor cara solo para ti.

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